lunes, 5 de septiembre de 2016

Cartas desde Asia - Espiritualidad encapsulada en sonrisas en Myanmar

Amanecer en Bagan, Myanmar. 
Cuando vi la película "The Lady", quedé tan impresionada con la historia de Myanmar (ex Burma o Birmania) que dije que seguro iría a conocerlo. La mujer a la que hace referencia la película, Aung San Suu Kyi, es la presidente actual de Myanmar, para los lugareños es una heroína que volvió a su tierra para luchar por la libertad, hipotecando así su libertad personal y su familia. Después de 40 años de dictadura, Myanmar se abre al mundo y recibe a sus turistas con una experiencia que sacude el estilo de vida al que estamos acostumbrados en occidente.

Menos es más. Nunca entendí tanto este concepto como cuando estuve en Myanmar.

Después de una noche de viaje amanecimos en Bagan, un pueblo de templos. Arrancamos en una moto eléctrica que no andaba a más de 23 km/h a ver el amanecer. Estaba muy frío y había que descalzarse sin medias en el suelo helado, pero el espectáculo a continuación era tan supremo que te olvidabas de todo lo mundano. George Orwell y otros escritores se han inspirado con el amanecer de Bagan, y no es para menos: místico, sublime, naturaleza en su máximo esplendor, como si le brindara su obra maestra a Dios. A medida que se aclara el cielo, los templos se asoman en el descampado. Los hay del tamaño de dos hectáreas, los grandes como una casa o pequeños como la cucha del perro. El mar de templos se extiende hasta el horizonte, blancos, de ladrillo y con oro, enmarcados con globos aerostáticos que sobrevuelan el cielo. Dicen que quedan 2000 de los 4000 que se construyeron. En otro amanecer el toque original fueron las nubes pintadas en un tornasol a medida, y el sol escondido las empujaba suavemente. Cada amanecer es una obra de arte diferente.

Los atardeceres también tienen su encanto nostálgico, con tonalidades naranjoamarillas que juguetean en las cúpulas de los templos hasta el ocaso. Es lindo ver procesiones de motos y bicicletas yendo a ver tal espectáculo natural, con turistas y oriundos que trepan a los templos para imbuirse en el encanto celestial. Un hecho que nos suele pasar desapercibido, en Bagán es majestuoso.


La religiosidad es fundamental en la vida de los birmanos; Buda es su divinidad: lo ves en todos los tamaños, sentados en distintas poses, acostado, sonriendo, pintado con distintas túnicas, como un amigo que te acompaña. ¡Los ves bañados y macizos en oro, nunca vi tanto oro junto en mi vida!
La gente se arrodilla en masa a rezar y dar ofrendas. En Yangón la pagoda principal es gigantesca y con templos llenos de oro. La gente se agolpa en las noches y en las mañanas como si fuera a entrar a un estadio (sin violencia), para rezar.




"¿Acá a nadie se le ocurre desprenderle la uña a un Buda?" -mi mente latina me cuestionaba tanto amor y sin viveza. Aún no conocía a los birmanos, un pueblo con una humanidad espontánea que te conmueve.

Los Birmanos. Imagínense una felicidad inmensa concentrada en una sonrisa, con un toque de inocencia, atendiéndote con el máximo agrado, conversando con placer con un desconocido. Recibes saludos y sonrisas efusivas de desconocidos. "Mingalaba, hello" escuchas de los transeúntes y a coro proveniente de los camiones llenos de gente. Definitivamente ellos le dan el mejor uso a la bocina que he visto: la bocina es para saludar.

También tienen un excelente hábito: saludar sonriendo al que se cruza, como si fuera un trueque de energía positiva. Incluso puede dar pie a una conversación. A Nico le encantó esto, saludaba con "mingalaba" a la gente y a los camiones que pasaban, conversaba con cualquiera, mientras lo miraban curiosos y le hacían bromas por su barba de papanoel negra.
Schwedagon Pagoda, la principal pagoda de Myanmar, Yangón. 


Los extranjeros son exóticos en Myanmar. Ellos suelen pedirte foto, te tocan y te abrazan porque eres muy extraño, pero bienvenido a su tierra. En un pueblo hicieron fila para sacarse una foto con nosotros. Quedamos muy impactados de ver que los birmanos se sienten contentos de saludarte, felices de servirte, agradecidos de invitarte y compartir un momento contigo. Actúan con una espontaneidad y calidez que no he visto antes, sin miedo alguno.

La vida en Bagan es bien sencilla: trabajan como agricultores, pintando y elaborando artesanías o en servicios. Para nuestros ojos occidentales son pobres: habitan en villas de madera, con un mobiliario mínimo y natural, internet es un lujo para los turistas y anda más lento que enchufar el cable del internet a la línea del teléfono, como en los inicios. Un trayecto en bus de 4 horas de carretera te lleva más del doble porque los caminos son malísimos. Llegás con la espalda y las nalgas más baqueteados que tamboril de carnaval.

Olvídate de hacer algo rápido en Myanmar, la gente aún no tiene la urgencia a la que nos acostumbramos por la tecnología. Visten unas polleras y blusas, hombres y mujeres, con chancletas de goma o gamuza (segun la ocasión) como único calzado! No existe el elegir zapatos ni andar con cámaras, carteras o accesorios. Esta sencillez la vi en la capital también.

Con Nathaniel (de camisa a cuadros) y sus hermanos.
Los niños corretean, hacen dibujos que luego venden en conversaciones muy animadas a los turistas. Me acuerdo de un chiquito que conocí el primer día en el templo Manuha: su nombre suena como Nathaniel. Creo que no he visto una sonrisa infantil tan hermosa en el mundo. Varios días después me lo vuelvo a encontrar, con todo su entusiasmo junto a sus amigos nos lleva a ver el Buda durmiente del templo.

Otro día fui a una celebración donde las familias pasaban el día entero, oraban y hacían ofrendas. El muchacho que me vendió un jugo se preocupó porque yo no había almorzado aún (eran 11.30 am) y además andaba sola, así que me invitó a almorzar con su familia. El arroz con vegetales y pollo estaba más rico que en los restaurantes.




Grandes y niños se arremangan las polleras en los templos y patean una especie de pelotas de bamboo huecas: el fútbol les gusta. Al igual que en el resto de Asia, conocen a Suárez, Messi, Neymar y Sánchez. Eso somos: Uruguay es Suárez. Esto lo sentí en todo Asia, que Suárez era como mi hermano al que todo el mundo conoce "Suareeez" o "fútbol" me dicen cuando digo que soy uruguaya, y se ríen o me preguntan si en Uruguay mordemos.

"40 años de dictadura nos han marcado", nos comentó una vez un profesor de Historia. "Pero Buda es bueno y siempre ha premiado a los buenos. Ahora tenemos libertad". El país logró su independencia y luego su democracia casi sin conflictos armados. Hoy el país es una democracia aún frágil, convive con cierres de fronteras arbitrarios, ocupaciones del ejército y una injerencia excesiva de las Fuerzas Armadas.

La despedida. Se me cayeron algunas lágrimas cuando el avión despegó de Yangón. Ni una experiencia mala vivimos, ni una. La gente más feliz del mundo es generosa con su sonrisa, su humildad y sus ganas de ayudarte. Allí no importa tu color de piel, idioma, pasaporte o tu nivel social. Tom Cruise podría quedarse allí y la gente lo trataría de forma tan amorosa como a nosotros. Eres una persona y eso es suficiente.

Qué contraste vivimos al intentar volver, vimos como en Estados Unidos en las embajadas y en migración no les importa si tenés algún problema y casi que te tratan como si fueras un vagabundo de segunda clase mientras que en Myanmar se sienten honrados de ayudarte. A qué extremos puede llegar el ser humano, y qué bueno es, cuanto más simple es su vida!

Como el viaje no podía terminar sin accidentes, Nicolás se quedó atrapado en Bangkok, porque no lo dejaban pasar por EEUU con su pasaporte de emergencia. Se demoraron en darle cita en la Embajada de Estados Unidos para pagar una visa que caducaría una vez que llegara a Chile. Una semana después volvió a Chile por Nueva Zelanda.

Fue hermoso terminar el viaje en Myanmar y ver un lugar con tanta pureza humana, tan espiritual, tan feliz y desinteresado. Allí me sentí la amiga de Nathaniel, la hermana del muchacho que me invitó a almorzar con su familia, me sentí emocionada por esa fraternidad incondicional de los birmanos. Sentís que su casa es tu casa, en ese lugar tan lejos y tan perdido en el corazón del antiguo mundo, y que recién le está dando la bienvenida al mundo.