sábado, 23 de agosto de 2014

Salve Padre



Le decían el cura. Él llegaba al vecindario una vez cada 6 meses, religiosamente. La primavera tropical envolvía la ciudad en esos años '80. Deslumbraba con una sobriedad divina, vestido de negro, con capa larga y cuello alto. Sus ojos negros reflejaban la profundidad del inframundo, para el cual tenía una misión. Misterioso, inspiraba respeto, como la misma parca.

"Un yoghurt de guanábana por favor". - Cada vez que venía, acababa con las raciones del yoghurt dulce del almacén, recuerda Manuel. 
-Él conversaba con mi madre acerca de las bondades del yoghurt, de la vida en el vecindario y de los comerciantes. A veces se quejaba de que se le acalambraba el dedo índice derecho. Volvía a mirar a mi madre con su mirada inquietante del inframundo y conversaba como vecino. Esa semana se lo veíamos deambular por la plaza, tomando en un bar, sentado en un banco de la Capilla, escudriñando la calle de vidas infinitas... sin apuro. 

Unos días después, la noticia de que 2 ó 3 vecinos habían muerto regaba el barrio. El cura se había ido. Hasta dentro de 6 meses no lo verían de nuevo por el barrio, a pedir su yoghurt de guanábana y disfrutar de la tarde de primavera eterna escudriñando la calle y dando vueltas por la ciudad, con su guadaña invisible.

Amén.