sábado, 22 de junio de 2013

La balacera se escucha con goles

Carta a los hermanos brasileros en apoyo a las protestas pacíficas por un país mejor.
 
 
Ese día llegué a Río de Janeiro, a la "cidade maravilhosa" de la que tanto escuché. El berequeté y samba con caipirinha, las palmeras tropicales, edificios lujosos, adolescentes de ropa raída y rostro curtido de violencia, me dieron la bienvenida. Uno me puso una navaja. No olvidaré su mirada vacía, mientras los transeúntes caminaban y los comerciantes atendían con tranquilidad.
 
Un escándalo de corrupción política ocupaba varias hojas del diario.
-De esos hay todos los días. - comentaba el padre de mi amiga que me alojó, tomando café. -Esto no es nada, comparado con el mensalao.
 
Dos tiros retumbaron una noche, previo a que saliéramos al carnaval. Corrí en pánico, mientras los brasileros miraban prudentes.
-Estamos al lado de una favela, es normal escuchar un tiro que otro - me dijo un hombre, mientras abrazaba a su hija.
 
Me dio un escalofrío cuando escuché "normal".  Estas situaciones forman parte de su día.
Aceptar como "normal" un entorno es una defensa natural del hombre. Pero es peligroso cuando la "normalidad" viola los derechos humanos y se vive por tres generaciones: el niño de hoy, cuyos padres y abuelos leen noticias como las que vi, conviven con violencia, muerte, hambre en las favelas y mansiones lujosas, narcotráfico, masas de gente esperando en los hospitales, no tienen una referencia cercana de una realidad más humana. Sin otras referencias, corrupción, pobreza, sonrisas y zamba conviven en una mente que acepta un Mundial de fútbol, costoso como los tres últimos, porque es "normal". Grita gol mientras trafican personas en su cuadra, baila como el mejor, mientras sus amigos venden droga, ya que no son capaces de valorar que educándose pueden insertarse en la sociedad y tener una vida digna.
 
La tecnología nos ha dado un escape a esa normalidad. Hoy se le acerca a ese niño mientras crece. Ese joven convive con extranjeros en su país. Vive realidades ajenas aquí y ahora, una experiencia que sus padres y abuelos jamás imaginaron. Tal vez el "orden y progreso" que exhiben al mundo con orgullo, es un lema simbólico que aspiran a ser. Como dice Felipe Berríos, los jóvenes son los que tienen ideales de un mundo mejor, la fuerza, y menos miedos que atemorizan a los adultos. Ven que un PBI más alto no implica progreso.  
 
Encuentro genial que un pueblo tome conciencia y se manifieste por justicia humana básica, que presione para que se tomen acciones en política, en las instituciones, en las empresas, porque esa energía es contagiosa y mueve a que más personas tomen acciones. Protestar es también aportar mi tiempo y esfuerzo a una causa, en beneficio de los que sufren injusticias. Porque la realidad de Brasil existe en otros países latinoamericanos, en el tuyo y en el mío, en mayor o menor medida, de violación permanente de nuestros derechos como persona, y es necesario movernos en equipo, para que no nos explote en la cara. Tú, yo, todos jugamos. Es una oportunidad para que eduquemos a las nuevas generaciones en cambiar esta "normalidad", utilizando las nuevas tecnologías como herramienta para democratizar la información, sumarse a las acciones positivas, condenar lo negativo aunque nos dé miedo, y educar en valores. 
 
El alza del precio del transporte es la gota que colmó el vaso de un pueblo decidido a jugar otro fútbol, con pases de igualdad, trasparencia, honestidad, piques en salud y educación democrática, con alegría y calidez contagiosa do "jeito brasilero", gritando gol de "orden y progreso" en equipo.
 
Brasil, así de campeón te queremos ver.  
 
 
En contexto:
 
 
 

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