Abuelo,
hace veinte años que te fuiste, y aún te recuerdo como si te hubiera visto ayer,
en Juan Lacaze. El olor pestilente de la fábrica de papel se colaba por las
ventanas pueblerinas oportunamente a la hora del almuerzo, y se mezclaba con el
vapor de la sopa con fideos. Recuerdo que luego de ayudarnos a mí y a Romi a hacer
unas piruetas te sentabas a la mesa muy divertido. Aún veo tu mano blanquecina
con manchas marrones, que me llevaba a dar la vuelta por el barrio,
para mí era una maratón por esas cuadras de doscientos metros, medidas con
paso infantil.
Ese
día empezaste a toser. Tu tos se siente de todos lados y cada vez más
frecuente. La abuela está nerviosa. Toses sin parar. A mis seis años me dicen
que estás muy enfermo. Me escapo a verte dormir la siesta, cuando podés dormir.
Ya no jugamos a las piruetas, ni andás masticando tu escarbadientes,
ni salís en tu bicicleta tintineante que tanto querés. Sólo caminas con pasos cansinos, dejando tu vida en ellos, poco a poco. Te
quedan cuatro meses abuelo, el cáncer ingrato te escarba poco a poco los pulmones,
mientras tú luchas en vano para aferrarte a algunos días más a esta vida. Hoy
voy a verte de nuevo, “buenas noches”. Me miras, con tus ojos apagados. Ya no
me hablas, nos miramos en silencio, nos entendemos, y apronto mi alma infantil para verte en un retrato eterno de fotos sepia en la cómoda de la
abuela.
1 comentario:
Natita querida:nos emocionaste a todos.Ro se quebró cuando se lo leía a la abu.Ella te agradece estos recuerdos,en el día del abuelo y te envía sus bendiciones.cbg
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