miércoles, 2 de febrero de 2011

Arremolinamientos chilenocandentes

Para los santiaguinos es difícil compartir sus "espacios" personales, según los extranjeros con los que he hablado. Salvo algunas excepciones, es difícil que te integren con su grupo de amigos, y menos con su familia. Salvo en la intimidad de pareja. La intimidad es un jolgorio de latidos veraniegos para los jóvenes y no tan jóvenes. El metro es el lugar por excelencia. Pero si caminas por un parque a las 4 de la tarde la gente no se asombra cuando se topa con cinco parejas en pleno romanticismo callejero, que yacen en un colchón de naturaleza fresca haciendo caso omiso de las bocinas y las conversaciones. Y se zampan en un amasijo estridente, con los cabellos flotando en una pasión oceánica verde . Los transeúntes intentan esquivar tanto arremolinamiento, pero sólo atinan a arrastrar a los niños de la mano para que no se tropiecen con alguna ráfaga de suspiros ahogados que les llegue a los pies. Mi amiga colombiana comenta que en su tierra esa pasión es privada.  "Podrían cambiarse de parejas si viene uno con un silbato", dice nuestro amigo chileno. Nos reímos. Tal vez nos equivocamos con mi amiga, en que los santiaguinos les cuesta compartir sus espacios. Cada cual  tiene su manera, ¿no?