lunes, 26 de julio de 2010

Domingo único


Hoy por primera vez subí al cerro Santa Lucía de día, vimos el Castillo Hidalgo, caminamos por los senderos, tomamos mate y tuvimos conversaciones divertidas.
Hoy por primera vez tomé mate y mote (con huesillos) a la vez.
Hoy por primera vez comí pastel de jaivas, hablando de Colombia y Uruguay.
También visité el Parque Forestal y aprecié sus bellas esculturas.
Me puse los aritos que me regaló Tami, cuidando de no perderlos, y dejé que Jorge usara mi boina casi toda la tarde, antes de despedirlo.
Hoy por primera vez contemplé la montaña nevada de Santiago desde lo alto, y disfruté mucho la vista.
Por primera vez caminé con dos amigos colombianos y una griega casi sin rumbo, por varias zonas de la capital chilena que no conocía. Y nos pusimos a jugar como niños en la zona de ventilación del metro.
Hoy fui a un restaurante colombiano, comimos arepas y probé el jugo de tomate de árbol, cosa que nunca había hecho antes.
Hoy no pensé en mañana, salvo en la noche cuando llegué a casa.
Me voy a dormir contenta, buscando qué otras cosas puedo hacer por primera vez para vivir días únicos.
Castillo Hidalgo, Cerro Sta. Lucía.

martes, 20 de julio de 2010

Aprendizajes del camino


En estos seis meses de viaje he aprendido algunas cosas:

Aprendí lo efímera que es la vida con el terremoto que vivimos,
lo pasajeras que son las amistades, lo vital que es la familia.
Aprendí que uno ve las cosas de color azul, y en el país nuevo se ven de color rojo.
Pero la nueva visión en ti luego es violeta,
y se integrará en tu vida sin marcha atrás.

Aprendí que ahora tu vida cabe en una maleta. La armas y te vas.
Tu paso en un lugar puede ser perfectamente olvidado en este devenir constante de gente que llega, de amigos que se van. 
Y que ese devenir ahora es tu rutina.
Sólo se te recordará por las experiencias vividas con otras personas,  
por las vidas que hayas cambiado, por los amigos que preguntan por ti.


Aprendí que ahora veo las mismas cosas pero desde una perspectiva distinta.
Ahora mi vida anterior es como una vidriera,
donde yo sólo observo desde afuera
y soy parte de la vidriera de los otros.

Aprendí que nunca terminas de conocer a un país,
ni siquiera el mío que es chiquito y viví en él 24 años. 
Aprendí a amar la murga, el mate, las risas locas de la gente amable y la rambla.
Pero aprendí a querer a otra bandera con otra cultura, a los extranjeros,
porque ellos son mis ventanas humanas al mundo.

Aprendí que mis amigos ahora no son de acá, ni yo, 
y que todos terminaremos en otro lado probablemente, 
con la esperanza de que nuestros caminos se crucen en el futuro. 
Aprendí a querer mi viaje y a disfrutar mis experiencias,  
porque es un regalo maravilloso que me ha dado la vida.

sábado, 10 de julio de 2010

América Celeste

Los Uruguayos siempre fieles. Foto: Paz Sartori

Garra, pasión, alegrías, sorpresas. Qué lindo es ver cómo tu cuadro avanza así de sorpresa, pasito a pasito. Cuando nadie daba algo por Uruguay, cuando los favoritos se quedaron por el camino y la Celeste los pasó de atrás quedándose con el podio americano. Qué lindo se sentía cuando salí de la embajada después del partido contra Ghana envuelta en la bandera, la gente me saludaba, me tocaba bocina y gritaban "Vamooo Uruguayyy!" Podía ver el mar de gente enardecida en las calles de Montevideo, al grito de "Soooy Celesteeee", gritando para que los escucharan en todo el mundo. Qué lindo es ver que te llegan mensajes de toda latinoamérica alentando a tu paisito, que la pelea hasta el final. Qué lindo que ese grito nos una, y nos haga sentir amor por nuestro país. ¡Vamos Uruguay!

jueves, 1 de julio de 2010

Gol Celeste

Es extraño vivir esta fiebre fuera de tu país, cuando el paisito lleno de historia se acerca a la semifinal después de 40 largos años. Rodeados de hinchas de la roja (Chile), o de la verdeamarela (Brasil) y de camisetas de varios colores más, surge un amor incondicional hacia la Celeste. Una siente que tiene que decirle a todos que la Celeste va a ganar porque parece que nadie le presta atención. Se emociona al ver el sol en la bandera de la embajada, porque por un ratito uno vuelve a su país y vive la fiesta. Una grita gol rodeada de hinchas que se suben a las sillas, que ovacionan con garra y comparten la misma pasión por esa camiseta. Los comentarios de "cheeeee, booooo" y "para un poquiiiiito" que tanto se extrañan circulan entre mate y mate, acompañado de alguna puteada o comentario de doctor experto en fútbol. Una grita gol porque siente a sus amigos, a su familia, a sus compatriotas gritar al unísono, aunque estén lejos. Ese es el momento perfecto, el momento en que los corazones están unidos, compartiendo la hinchada, compartiendo la ilusión, compartiendo la pasión celeste.

PD.: Comparto un link en el que la pasión que compartimos es por otros goles celestes, mucho más importantes para el paisito. Uruguay más que fútbol

Fiebre mundialera

El mundo mira a Sudáfrica. Corazones latiendo, gritos emocionados, y no falta el rezo del que se vuelve creyente. Traspiran la camiseta (la camisa del trabajo en realidad), los ánimos vuelan por el cielo, y sus vidas se rigen por la pelota. El santo gol es causa de cualquier interrupción. La ley de productividad se mide por las piernas de los jugadores que se acercan al arco como alas de querubines y nos estresan con un "uffffff" o nos llevan al paraíso con un "gooooool". Dos jefes diagraman teorías  futbolísticas como buenos doctores. Y una amiga manda una cadena de unos jugadores guapísimos entre los que están Forlán y Lugano. Los árbitros son diablos, los entrenadores santos, y los punteros estrellas son dioses. Aprovechemos que los ánimos están en el paraíso... o en el infierno después de las pérdidas.