miércoles, 25 de noviembre de 2009

Niñez



Te sentaste solito en la parada esperando que algo pasara. Tus sandalias estaban rotas y tu túnica, sucia. "Qué ómnibus te tomás?" me preguntaste, inocente, luego de que las personas en la parada hiceran caso omiso de ti. Tu mochila con el cierre roto, se abría y se cerraba como una boca. Tu carita sucia, tus ojos oscuros y profundos y tu pelo hirsuto, se mezclaban en una combinación perfecta de inocencia y calle.

Solito, pero decidido. Te adelantaste unos pasos y levantaste tu bracito para tomarte uno de esos ómnibus gigantes que venían rápido. Otra vez caso omiso.
Te sentaste un rato a conversar, y te devoraste mis caramelos de un santiamén. Estabas acostumbrado a que no te prestaran atención, a que los adultos te miren malhumorados como si tu fueras la causa de sus problemas. Niño que miras con ojos esperanzados y cuestionadores, aunque sufres desprecio siendo inocente. Niño que comprendes la realidad aunque no la entiendas del todo, pero siempre muestras tu sonrisa. Porque para comprender hace falta vivir, y tu mirada dura demuestra que has experimentado más de lo deseable para tu edad. Qué diferente eres de tus iguales que ves pasar a diario con mochila nueva y alfajores, en el auto de sus padres. Y qué igual a la vez. Niño, ojalá no pierdas tu alegría y sonríe siempre a los mayores amargados que te ignoran. Porque eres la flor de primavera en medio del invierno gris, inocencia adelantada, ojos almendrados, tristes y sabios, torbellino de energía, espíritu alegre que a veces se va perdiendo. Pequeños duendes que nos arrancan una sonrisa de repente y nos hacen acuerdo de que podemos ser felices. Niño, ojalá nos veamos pronto. Que llegues en hora a la escuela y sano y salvo a tu casa.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Raíces en el aire


María estaba triste, así que me senté a conversar con ella. Era extraño ver lagrimear a esa joven bien latina, una auténtica trotamundos que emana alegría constantemente. Ella ha vivido en cinco países con culturas muy diferentes y ha visitado unos seis o siete más.

-¿Y ahora que piensas hacer?, le pregunté. Me intrigaba cuál sería su próximo destino cuando termine su intercambio en Montevideo.
-No lo sé, no tengo planes.
-¿No piensas volver?
-¿Volver a dónde?
-A tu país, al lugar donde te criaste.
-Ya no tengo país, Natilla. No me siento que sea de ningún lugar -me dijo con expresión seria-. La gente que dejé en allá siguió con sus vidas y hace años que no formo parte de ellas.

Un escalofrío me recorrió el espinazo. A veces deseaba haber viajado la mitad de lo que viajó ella. Pero no sabía que eso podía pasar, perder las raíces. Perder mis ganas de volver a Uruguay, a Montevideo con su rambla llena de jóvenes y abuelos mateando. A mi San José con su parque hermoso y niños traviesos que andan en bicicleta. En ese momento pedí que eso no me pasara nunca.

-Ese es el precio que hay que pagar por viajar tanto, ¿no?
-Sí, pero no sabía que era tan alto.

Otro espinazo. Quería que mi familia fuera la suya, prestarle a mis papás por unos fines de semana, prestarle a mis amigos, a mis hermanos, incluso a mi San José con todo su chusmerío para que se sintiera en casa. Prestarle mis raíces. Pero no es tan fácil.

-No lo tomes a mal Natilla, pero más que comparta un finde con tu familia, no hace que sea la mía.

Insistí en que me dijera a dónde pensaba ir. Como esperaba, ella seguirá trotando a través del mundo irse a trabajar un tiempo a Perú. María, al igual que tú, confío en que construirás tu vida en cualquier lado, lo harás sin ninguna duda. Y recuerda que siempre tienes mi vida que te puedo prestar para cuando sientas el vacío de tus raíces.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Aroma uruguacho



David se esforzaba por aprender uruguayismos. "Tengo que adaptarme a cómo hablan así salgo hecho un uruguacho", afirmaba, mientras repetía "pelotudo" y "llena huevo" con acento brasilero.
No entendía por qué usábamos tanto una palabra tan fea como "pedo".
Es así que aprendió una clase de usos coloquiales de la palabra:

-De pedo: de suerte, de azhar.
-En pedo: estado de embriaguez (o borracho).
-Al pedo: ocioso.
-Como pedo o a los pedos: muy rápido.
-Ni en pedo: ¡de ninguna manera voy a hacer esto!
-Nube de pedo (estar en una): alejado de la realidad.

-Te faltó un detalle David -le dijo Santiago-, lo que no está bueno es olerlo.
Y pedí para cambiar de tema, por favor, no quería que la conversación se impregnara de olores.

Según el cristal...



El entablar amistad con extranjeros ha sido uno de los regalos más hermosos que disfruté este año. Además me ha hecho apreciar algunos aspectos sobre mi país, de la mano de sus experiencias.

- Somos buenos, tranquilos (demasiado a veces) y serviciales.
- Montevideo es muy linda (un poco sucia sí), las distancias son pequeñas y no sufrimos de embotellamientos.
- Es fácil hacer contactos, todo el mundo se conoce. Es útil para solicitar becas, fondos, la mayoría de las oportunidades están en la capital.
- Se realizan muchas actividades culturales ¡y gratuitas!
- Somos cultos en general (y un poco opinólogos también). Siempre tenemos tema de conversación, hay muchos estudiantes universitarios (en relación a otros países) y los niños leen y escriben.
- No tenemos respeto por la hora, llegar diez minutos tarde es ser "puntual". Impuntualidad es más de media hora tarde. Y los demás deben acomodarse a nuestra impuntualidad para no perder tiempo.
- Una pierna se le queja a la otra. Nos quejamos de todo y nos conformamos con un "es lo que hay", sin actuar cuando vemos injusticias.
- Hacemos cola hasta para ir al baño. Nos quejamos (para variar) pero nos sentimos importantes si le decimos a un amigo: "Ufff qué cola que tuve que hacer hoy".
- Monótonos y poco saludables en las comidas. Nos cuesta animarnos a probar sabores nuevos y no salimos de la carne y de las pastas. Los extranjeros que conocí engordaron unos kilos aquí.
- Chic uruguayo = gris. Nos encanta el azul, gris y negro, y nada de brillante. Vamos, vamos, un poquito de color no mata a nadie.

Me llevo una buena impresión porque mis amigos extranjeros me han dicho que Uruguay es un excelente país para vivir. Y que sus problemas son solucionables. Además fabricamos el dulce de leche que es uno de los manjares más deliciosos que existen, ¡y el uruguayo es excelente! Eso sí, como nativa típica me siento bien cuando halagan a mi paisito, aunque a veces pienso mucho en sus aspectos negativos.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Adiós Débora, adiós


El otro día fui al asentamiento donde vivías y esperaba que me vinieras a recibir como solías hacer con los visitantes. Pero la noticia no tardó en llegar, como todas las malas noticias. Ya me enteré de que no estás entre nosotros. Cuando Lourdes me describió tu carita ahí me acordé de ti como si te hubiera visto ayer. Sentí el calor de tus abrazos cariñosos. Tu sonrisa radiante y confiada que alegraba a los que te rodeaban. Tu inocencia infantil que inspiraba en nosotros un beso y un abrazo, siempre. Tus ojos bellos color cielo, con pestañas de muñeca que eran la envidia de tus vecinas. Tu pelo lacio y largo, tu soltura infantil, tu simpatía...
Que muerte cruel tuviste, no te la merecías. No te merecías que tu vivienda de madera se incendiara por un cortocircuito, sólo porque no tenías acceso formal a la electricidad. Y te quedaste encerrada con tu hermano, sin poder salir, presa entre las llamas, viva, gritando. Hoy tu risa pícara y tus abrazos cariñosos me vienen a la mente una y otra vez. Claro que me acuerdo de ti Débora, que en paz descanses querida y que Dios te guarde.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Trueque


-El trueque es una forma excelente de intercambio -me explica Juan-. La persona te da algo de sí misma y no tiene que desembolsar dinero.
Me imaginaba nuestra sociedad actual usando más esta forma de intercambio, cómo sería... así que le propuse un trueque.

-¿Qué tal si me enseñás a cocinar platos colombianos y yo te llevo licores caseros? -le dije, tratando de aplicar el concepto.
-¡Ahí va!, a eso me refería -me contestó-. El trueque es así, auténtico y cada transacción es única.

Me preguntaba si podría practicar el trueque para aprender a bailar salsa o cocina de otros países a cambio de mis licores... ¡no es mala idea! 

sábado, 19 de septiembre de 2009

Ternura



No me acuerdo cuando conocí a Aida, mi vecina de enfrente, porque cuando nací ella había criado allí a sus hijos. Solían llamarla Beba, supongo que por su personalidad de ternura desbordante. Ella es una mujer mayor, de cara redonda y un espíritu joven admirable. Es la abuelita ideal que cualquier niño quisiera tener: cocinaba tortas deliciosas, mermeladas y preparaciones engordantes para nosotros y sus nietos. Lo más divertido eran las tardes de los sábados de mi niñez, en su hamaca de jardín, hermoso jardín cubierto de flores y parras, mirando dibujos animados y degustando sus delicias...

-Adiós -suele decirme cuando me ve desde la puerta de su casa- vení, vení que te tengo que contar algo -con ademanes lentos para que cruce a su casa. Su sonrisa pícara anticipa un historia nueva. Ah sí, ella está al día de los amoríos del doctor, o de la peluquera, o de los señores respetables que se reunen a leer el diario en el club. En actualidad vecinal, ella está al día.

A veces la veo cuando voy a mi ciudad natal, conversando con alguna vecina/amiga de la nieta o cuñada de la tía de la vecina del hermano. Ella tiene un cuento que "tenés que enterarte". Extraño mucho a Beba de verdad. Beba caminando a paso lento como al vaivén de un barco a la deriva. Beba de mis memorias infantiles, Beba que compartes tu alegría con los niños y con la primer persona que lo desee.
Ella aún me invita dos veces al año a probar alguna nueva especialidad casera, sólo tengo que disponer de dos horas, al menos, para visitarla.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Una valija con alma



Daniela me recibió toda risueña en su casa, encantada de mostrarme fotos de su casamiento. Se la veía muy divertida rememorando los días en que conoció a su esposo. "En el primer día de noviazgo Alfredo me dijo que íbamos a tener muchos hijos", se reía, confesando que hoy en día tendría que haberse asustado un poquito, ya que tenía quince años en ese entonces. "Y así vinieron uno atrás de otro como botón de chaleco", se reía Daniela, mostrándome una foto de sus diez hijos. Ella recuerda cuando sus mayores eran pequeños, Daniela aún estudiaba y trabajaba después de que se recibió.
A su edad me encantaría ser como ella, con 48 años tiene una cara luminosa y una sonrisa joven. Además de conservar la línea perfectamente sin clínicas estéticas, a pesar de la numerosa producción filial. Recuerdo lo que aconsejó a las parejas jóvenes: "El matrimonio es sacar cosas de la valija de cada uno para armar una en conjunto".

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Alejandro Magno



Hoy tuve que escribirle a Alejandro. Es un chico de 14 años que vive en el asentamiento 3 de Enero. Hace aproximadamente tres años que se le construyó una vivienda de emergencia a él y a su madre. El año pasado me tocó compartir la mesa con él y la consigna era hacer un resumen de nuestra vida ante el grupo para conocernos un poco más. Él esta vez iba como voluntario, pero cuando había solicitado la vivienda de emergencia pasaba miserias. La lluvia lo despertaba porque le caía en la cara y sabe de frío en los huesos desde pequeño. Cuando la madre no tenía trabajo tenían que racionar el arroz, y pasó mucho tiempo sin probar carne. A los ocho años comenzó a trabajar ayudando a su padrastro porque necesitaban comer.

Afortunadamente ahora están en una mejor situación. Me quedé admirada de su desapego con los bienes materiales y de su visión. "Si yo me tengo que ir a estudiar a otro país me voy, y no tengo que andar preocupándome de que me roben", sonreía como si fuera algo obvio que el resto de los mortales no entendía. "Creo que es más productivo si gano dinero para mejorar como ser humano, estudiar, viajar, aprender y cambiar la sociedad". Y se preguntaba: "¿por qué se preocupan por cosas? ¿no ven que no nos dejan disfrutar tranquilos?". Y seguimos escuchando sin interrumpir.

Me visualizo su cara risueña, típica de un jovencito que tiene ganas de comerse el mundo. Ahora está en 3º del colegio y tiene notas excelentes. Hoy llamé a su madre a las 21.15 y el niño ya estaba durmiendo porque al otro día tenía que estar en pie antes de las 6 de la mañana para ir al colegio. Me miraría con la típica mirada de adolescente como diciendo "¿niño me decís a mí?"

martes, 14 de julio de 2009

Aprender


Un montón de niños estaban alborotados a su alrededor. Apenas entendían cuando hablaba otro idioma, pero esto los divertía. Y lo respetaban. Steve se sentaba en un pilote de madera y los niños lo hacían en el piso y pedían que dijera una palabra en un determinado idioma. Inglés, portugués, español (con un acento raro) y chino. Miraban con ojos ingenuos y desconfiados a la vez, y saltaban como si tuvieran un resorte en el traste cuando escuchaban una palabra bien familiar, en un habla totalmente diferente.

Steve no pudo visitarlos nuevamente, pero les envió una cartita a cada uno de los niños de la familia a la que le construyó la vivienda. Con algunas palabras extranjeras y con un cepillo de dientes para cada uno, para después de las golosinas.

Juventud



Claudio, director social de Un Techo para mi País en América Latina, insistía que este proyecto de integrar a la sociedad para mejorar la situación de pobreza, lo tenemos que llevar adelante los jóvenes.
-¿Por qué? Somos inexperientes.
-Porque somos los únicos que nos vestimos igual para recibir a un diplomático que para ver a los vecinos del asentamiento; los tratamos de "vos" a ambos y somos creíbles. Esa es la llave.

sábado, 20 de junio de 2009

Nachspeise de recuerdos


Tilla me esperaba en su apartamento con un delicioso Nachspeise (budín), con nueces y dulce de Guayaba. Nos sentamos a tomar el café en tazas y platos de porcelana, como dos damas inglesas.
-Tilla, ¿es verdad que te casaste a los nueve días de noviazgo? - No podía creerlo-.

Tilla es una abuelita alemana que se vino muy joven de su país. Ella se casó con un joven polaco-judío intelectual, de quien se enamoró perdidamente cuando lo conoció.
La II Guerra la había hecho madurar. A ambos. Los dos hermanos de Tilla murieron en la guerra, y cuando ésta finalizó, el pueblo alemán cargaba la culpa sobre sus hombros.
-¿Sabes muchacha? Yo creo que era una inconsciente -sonríe nostálgica-. Pero los dos estábamos seguros de que queríamos dejar el pasado atrás. Tanta muerte... nosotros apostamos a construir un futuro. Y a construir la comunidad alemana en Uruguay.

Nueve días... creo que pude entenderla, no lo sé. Tal vez nunca lo sabré. Ella sólo necesitó nueve días para darse cuenta de que él era el hombre de su vida. De que quería recuperar la dignidad de su país, y una comunidad nueva.
-Esos tiempos... a los 20 años me hicieron ver las cosas muy claro -decía mientras tomaba otro sorbo de café-.
La vista desde el ventanal era impecable. Se veía el agua y atrás toda la ciudad. Esa ciudad donde construyeron su vida juntos, donde depositaron todas sus esperanzas. Me dijo que me iba a regalar una de las novelas que escribió su esposo. Estoy ansiosa por leerla.

martes, 10 de marzo de 2009

Construir


Ella sabía lo difícil que es construir juntos, partiendo de un terreno a medio pagar. Sobre todo cuando se tiene 19 años, un hijo que amamantar y sin empleo. Por eso cuando abrió a puerta de su "casa" (lo remarcó varias veces), Luján lloraba. Lloraba y miraba a su hijo, hablaba de su esposo que no estaba, pero "vio lo enorme que es el piso". Lloraba y abrazaba a su madre. Porque ahora podía empezar un vida en una "casa propia". Nos abrazó. Y nos invitó a volver para que conozcamos a su esposo.
Esa noche iban a dormir en un colchón para estrenar su casa. Facu gorgojeaba de alegría y miraba preocupado la cara de su madre. Pedía upa, quería reventar los globos que colgaban del techo, y recostaba somnoliento su cabeza al "aupador" de turno. Apretó la cintita azul y blanca y cerró los ojos. El murmullo que hacíamos no parecía molestarle.

Letras de Lincoln


Me había encariñado con esa vieja compu con Windows 98 que se trancaba si abría más de tres páginas. "Si no te la llevamos Lincoln te la va a reclamar", se reían los informáticos del diario El Observador. Viché por última vez los nombres de los archivos de Lincoln Maiztegui Casas, el conocido historiador uruguayo. Tenía textos de Schubert, Julio Pérez Bueno y Wilson A. Videla, entre otros. Un programa de juego de ajedrez y varios archivos relacionados con el tema inundaban el escritoro. Una misteriosa carpeta de Jack the Ripper, me tentó varias veces de abrirla, pero la única vez que cedí fue para vichar dos fotos de la carpeta Fotos Lincoln. Estaba sentado en un sillón con la raya al costado y mirada inquisidora, como si adivinara que era una intrusa en sus archivos. Me pregunto si el historiador usaba el msn.

Dos por tres miraba para la puerta, esperando que el dueño de la computadora viniera por ella. "Tiene archivos de Lincoln...", atiné a decir antes de que los informáticos cambiaran mi computadora. Pero esos archivos ya habían sido publicados. Al menos me quedo con su monitor, y sigo trabajando en su puesto en la redacción.